CONCEPTOS CLAVE
Gerard Coll-Planas, Tania Verge, Rodrigo Prieto, y Elena Caballé. (2018, p. 7-8) en la Guía para la incorporación de la diversidad sexual y de género en las universidades catalanas a partir de la Ley 11/2014 de la Generalitat de Cataluña, nos ofrecen las siguientes definiciones:
- “El sexo es la categoría que define las características sexuales primarias y secundarias de nuestro cuerpo (cromosomas, gónadas, carga hormonal, genitales...). La biología ha clasificado tradicionalmente los cuerpos entre las categorías de macho y hembra, pero no todos los cuerpos pueden encasillarse en estas dos categorías. Las personas que nacen en cuerpos que escapan a esta lógica binaria se denominan personas intersexuales o con diferencias en el desarrollo sexual (DDS).
- o La identidad de género es el género con el cual una persona se identifica. Se parte de la idea de que esta identificación se tiene que adscribir a un sexo: las hembras se tienen que identificar como mujeres y los machos, como hombres. Aun así, las personas trans muestran que el género atribuido al nacer en función del sexo, no hace falta que se corresponda con la identidad sentida. Además, las formas de identificación no se limitan solo al binomio mujer u hombre (como muestran las personas con género fluido o las que no se identifican como mujer ni como hombre).
- o La expresión de género se refiere a los comportamientos, roles, vestimenta, aficiones y gestualidad de una persona. En nuestra sociedad hay una clara división entre los comportamientos asociados a la masculinidad y los asociados a la feminidad. No se tiene que confundir expresión de género con identidad de género. Esta última hace referencia al género con que una persona se siente identificada, y no siempre coincide con la expresión de género. Es decir, un hombre puede ser muy femenino y esto no implica que se sienta identificado como mujer, o viceversa.
- o La orientación afectivosexual tiene que ver con el objeto de deseo (heterosexual, bisexual, pansexual, homosexual) o la ausencia de deseo sexual (asexualidad).
Nuestro sistema social establece una determinada ordenación de estas cuatro dimensiones que acabamos de desgranar. Básicamente, establece que las personas nacidas con un sexo macho tienen que tener una identidad de género hombre, una expresión de género masculina y una orientación sexual heterosexual; mientras que las personas nacidas con un sexo hembra tienen que tener una identidad de género mujer, una expresión de género femenina y una orientación también heterosexual. Así, vemos que la heterosexualidad, como norma, juega un papel clave en el mantenimiento del sexismo, porque permite construir como complementarios el principio de la feminidad y el de la masculinidad. La perspectiva de la diversidad sexual y de género nos sugiere que este orden no es natural, sino que es una forma de organización social y cultural. El problema más visible de este sistema es que promueve la desigualdad entre mujeres y hombres y que las personas que no se identifican con estos mandatos quedan expuestas a la violencia y a la discriminación. Esta problemática no solo afecta las personas LGBTI, puesto que el conjunto de las personas vivimos bajo esta norma social, que nos escinde y nos impide aceptar la complejidad de nuestra subjetividad y de nuestro deseo.” (Coll-Planas, et al., 2018, p. 7 y 8).
En cuanto a la interseccionalidad podemos acogernos a la explicación que hace R. Lucas Platero (s/f):
“El término ‘interseccionalidad’ se utiliza para señalar como diferentes fuentes estructurales de desigualdad (como la clase social, el género, la sexualidad, la diversidad funcional, la etnia, la nacionalidad, la edad, etc.) mantienen relaciones recíprocas. Es un enfoque teórico que subraya que el género, la etnia, la clase o la orientación sexual, como otras categorías sociales, lejos de ser ‘naturales’ o ‘biológicas’ son construidas y están interrelacionadas. (...). El sexismo, la homofobia, el clasismo, el capacitismo, la xenofobia y todas las otras fobias e ismos se construyen siempre en relación. Estas categorías se encarnan, se vuelven corpóreas, son versátiles, entrelazadas y casi inseparables analíticamente. Es decir, no se trata de sumar los efectos de cada forma de exclusión. Es más útil fijarnos en la ‘discriminación múltiple’ y en los efectos exponenciales de las relaciones recíprocas entre diferentes desigualdades.”(Platero, s/f).